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El tigre, la princesa y el guerrero (El cuento de unas largas noches y dias de verano)

Érase una vez...


El tigre

El tigre no rugió durante su presentación ante la sociedad colchonera. Se mostró muy manso delante de las cámaras. Parecía que Gonzalo Miró, emulando al mismísimo Ángel Cristo, lo tenia plenamente dominado.
Todo lo contrario nos aseguran las gentes que le vieron correr libre por la praderas lusas. La gentes lusas y los vídeos del youtube. El Tigre ruge, nos dicen, pero dentro del rectángulo de césped, su hábitat natural. Fuera se muestra relajado, sosegado y bregador con la prensa. Pero si tiene que enseñar un colmillo ante una pregunta incomoda, lo hará. Nosotros esperamos con ansias sus rugidos y zarpazos, y que aquí pueda saciar su hambre de gol, llenando el hueco dejado por el guerrero.



 
 

La princesa

Descansaba la princesa en sus aposentos. No hacia mucho que abandonó la corte Colchonera, su casa de toda la vida, entre toallas blancas y promesas de títulos y billetes.
Todo eran ilusiones, pero no empezó con buen pie su estancia en la corte de Manchester. Durante las primeras apariciones en sociedad se había mostrado patosa, despistada y sin espíritu, impacientando a más de un cortesano. La guinda fue el primer baile oficial del año. A la pobre se le escapó de las manos un plato, rompiendose en pedazos contra el suelo. Delante de todo del Reino de Inglaterra. Qué vergüenza pasó la princesita. Sus detractores salieron hasta de debajo de los adoquines. Algunos bífidos colchoneros se relamían en sus casas de adobe. Otros se congratulaban de haber anunciado con anterioridad el fracaso de la princesa. Mientras tanto el afable y bonachón Sir Alex Ferguson le quitaba hierro al asunto, manteniendo toda su confianza en la princesa de este cuento. 


 




El guerrero

El Guerrero conocía bien todas las triquiñuelas necesarias para engatusarnos. Además, dentro del campo de batalla, se mostró como el mas aguerrido y eficiente soldado que jamás vimos por el Calderón. Nos engatuso, pues, con promesas de amor eterno, con innumerables guiños a la afición. “No es un guerrero cualquiera, no se vende por un puñado de oro y gloria”, decíamos. Fue mentira. Todos nos venderíamos por oro y gloria, todos evitaríamos tener por jefe al embustero y crápula Gil Marín y a su raída marioneta Cerezo. Todos nos cansaríamos de esperar refuerzos verano tras verano y ver llegar solo a mediocres figurantes.

El problema fue que nos engañó y de un día para otro se quito la careta, renegando de nuestro club, olvidando nuestra historia y lo que le dimos. Pisoteando nuestro escudo al coquetear con el eterno rival, el malo malísimo de este cuento, junto a Gil Marín, y de todos los cuentos atléticos. El guerrero que tantas alegrías nos dió se llevó nuestra ilusión.

Por suerte anda liándola por los terrenos ingleses y no por los del vecino. En su estreno cortó dos cabeza y puso en bandeja otra a un compañero. Ya es el ídolo de otra afición. Y yo como espectador, no como atlético, no puedo evitar disfrutar de su arrojo, calidad y entrega dentro del campo de batalla.



 


Junto a la Rubia, una noble uruguaya
obligada a irse del conjunto del Manzanares (que se merecería otro cuento), la Princesa y el Guerrero abandonaron el Atlético de Madrid. Esperemos que el Tigre, y los demás refuerzos, puedan hacernos olvidarlos. Y que el próximo cuento colchonero sea el más glorioso jamás escrito.
 

FIN

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